miércoles, 4 de agosto de 2010

Soledad, divino tesoro...

Esta es una verdad que nos cuesta trabajo aceptar. Es motivo de temor para muchos y origen de la angustia para todos. La soledad es la conciencia de que más allá de mi mismo no tengo mayor comunicación con el mundo. De que por más que lo intente, la vida se lleva a rastras sobre uno mismo. La muerte se enfrenta siempre desde el interior y se sufre desde el yo. No hay empatía, no hay cercanía que cruce el abismo por el que estamos rodeados. Desde que se nace se está solo. Claro que siempre puedes estar en compañía de otros, pero toma en cuenta que los otros también están solos. Que la familia, los amigos, los anónimos nos ayudan a ocultarnos esa marca ontológica que tenemos. Supongo que, si Dios existiera, seguro que se sentiría profundamente solo; tanto como para crearse un monton de criaturas para que lo acompañasen en su eterno martirio, pero sin resultado alguno. Al final, Dios también tendría que morir solo.



"Nada es trivial"

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